La captura de los consultorios: la estrategia de los laboratorios para influir en los médicos

La organización Médicos Sin Marca, que reúne a 400 profesionales de América Latina, España y Portugal propone combatir los conflictos de intereses entre farmacéuticas y doctores a través de normas que los obliguen a declarar todos sus intercambios económicos. Ojo-publico.com conversó con uno de sus fundadores, Juan Carlos Almonte, sobre la cruzada que empezó en Chile en el 2012 y se extiende por la región.

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En América Latina, un médico puede recibir entre cinco y ocho visitadores médicos por semana en su consultorio. Varios le ofrecen muestras de medicinas, folletos con las últimas novedades terapéuticas, regalos e invitaciones a distintos congresos científicos en lugares turísticos. Esas son las estrategias más comunes que utiliza la industria para influir en sus decisiones de prescripción de medicamentos y en las que invierten millonarios presupuestos. En el 2008, los investigadores canadienses Marc-André Gagnon y Joel Lexchin hallaron que las farmacéuticas gastan en promoción el doble de los recursos que destinan a investigación y desarrollo por año.  

Sin embargo, un grupo de profesionales ha decidido tomar distancia del marketing de los laboratorios a la hora de investigar, recetar y recomendar tratamientos a sus pacientes. Se han unido en la asociación Médicos Sin Marca, creada en Santiago de Chile en el 2012 por los psiquiatras Pablo Santa Cruz y Juan Carlos Almonte en alianza con el internista Rodrigo Irarrázaval. Ahora la organización reúne a cerca de cuatrocientos médicos provenientes de otros doce países: Perú, Argentina, Colombia, Ecuador, Bolivia, México, España, Portugal, Uruguay, Costa Rica, Panamá y Brasil.

Ojo-publico.com conversó por Skype con uno de sus fundadores, Juan Carlos Almonte, sobre el empeño de su organización en promover que los gobiernos de la región incorporen normas para que las farmacéuticas y los médicos estén obligados a difundir todos sus intercambios económicos. “Mientras no haya una ley que los obligue a ser transparentes, no se abrirá esa información”, dice Almonte.  

Un referente es la Physcian Payments Sunshine Act, una norma aprobada por el Gobierno de Estados Unidos en el 2013 que obliga a todos los laboratorios a informar de los desembolsos realizados por promoción y marketing. Otro es el caso de España, donde la legislación permite solo regalos a médicos de un máximo de 15 euros, al igual que en el resto de países de la Unión Europea que poseen normas similares. En Australia, se incorporó la figura de un visitador médico pagado por el Estado que informa, más que de una marca de medicina, de la literatura existente en general.

En el Perú, la Dirección General de Medicamentos Insumos y Drogas (Digemid) reguló hace dos años los horarios y espacios de los visitadores médicos en los servicios de salud, pero muy poco se sabe del cumplimiento de esta norma.  

FUNDADOR. El psiquiátra Juan Carlos Almonte, uno de los tres fundadores de Médicos sin Marca. /Youtube


¿Hasta dónde deben llegar las relaciones de la industria farmacéutica con los médicos?

Hay que pensar un poco en la historia de la relación entre la industria farmacéutica y los médicos. Las estrategias de marketing de la industria sobre la medicina partieron de una manera poco regular. Recién en los últimos cinco años se ha empezado a instalar una preocupación en las asociaciones médicas para generar una regulación, acuerdos muy básicos, que permitan poner límites a este intercambio comercial o de marketing entre las farmacéuticas y los médicos. En Chile, por ejemplo, hay un acuerdo entre el Colegio Médico y la Cámara de Innovación Farmacéutica de Chile que establece que todo el dinero o aporte de la industria a la medicina debe tener un fin educativo. Pero, en general, es muy poca la legislación existente en América Latina con este fin.

¿Conocen otros referentes de regulación que debe incorporarse en América Latina?

En los últimos cinco años, lo más significativo ha sido la Sunshine Act, una ley promulgada en Estados Unidos que obliga a todos los laboratorios a informar de los desembolsos realizados a los médicos desde el 2013. Después ha sido replicada en Francia, Holanda y Japón. Además, hay algunos proyectos para seguir estos pasos en algunos estados de Brasil y en Colombia. En Chile, hay un proyecto de ley similar que busca hacer públicas todas las transferencias de la industria farmacéutica hacia los médicos y las asociaciones médicas. Gracias a esta estrategia de transparencia, por lo menos en Estados Unidos, cualquier persona puede conocer en Internet si un médico recibe dinero de una farmacéutica, el monto y el motivo.

En los últimos 5 años se han empezado a discutir normas para fijar límites a los intercambios comerciales entre las farmacéuticas y los médicos.

Nosotros creemos que se tiene que hacer transparente también la educación médica continua que, cuando es financiada por la industria farmacéutica, se refiere a todas las actividades de actualización que se hacen después de que un médico ha terminado el pregrado y el postgrado: los simposios, los congresos, las presentaciones de nuevos fármacos, todas esas actividades que cuando están financiadas por la industria farmacéutica tienen un sesgo importante en el tipo de información que se entrega. Eso impacta en la conducta de prescripción de los médicos en favor de una marca en particular. Se dejan de lado otras alternativas farmacológicas que no son las que produce el laboratorio que paga ese curso o el congreso.

INFLUENCIA. Las estrategias de mercadeo de los laboratorios influyen en la prescripción médica.

¿Qué ha pasado en Chile?

Desde hace un año, en Chile se está discutiendo en el Parlamento un paquete de leyes que tiene que ver con distintos aspectos relacionados a fármacos, entre ellos los mecanismos para regular los conflictos de interés. Esta propuesta legislativa incluye una versión chilena de la Sunshine Act de Estados Unidos, que es la estrategia de transparencia de todos los intercambios económicos entre la industria y los médicos, las sociedades científicas, los centros de estudios universitarios y las comisiones técnicas que toman decisiones para el Ministerio de Salud.

¿Conoce algún estudio que se haya hecho en América Latina sobre el estado de las relaciones de la industria y los médicos?

No hay información de ese tipo. Por eso fundamos Médicos Sin Marca con un par de colegas, para ir levantando información sobre cómo son las interacciones de la industria farmacéutica con los médicos en Chile y en la región. Ahora toda la información disponible viene de Estados Unidos y de Europa. Si bien hay empresas privadas que se dedican a recabar datos sobre estas interacciones, como IMS Health, este es un servicio costoso que lo usan las propias farmacéuticas. Estas empresas rastrean qué pasa con la receta, con todas las actividades de marketing que los visitadores médicos hacen con los médicos, cómo impacta eso en la manera en la que ese médico prescribe y qué es lo pasa en las farmacias con los remedios que se venden.

¿No hay estudios públicos?

No. Hace dos años, Médicos Sin Marca pidió a las sociedades científicas que hagan un ejercicio de transparencia en sus sitios web. Les pedimos que publiquen sus patrocinadores con montos, pero hasta el día de hoy,  ninguna sociedad lo ha hecho. Por datos que tenemos de otros países, se sabe que más del 50 por ciento de los recursos de las sociedades científicas proviene de la industria farmacéutica. Al ver esto, la sociedad civil podría cuestionarlas con toda razón. Entonces, mientras no haya una ley que las obligue a ser transparentes, no se abrirá esa información.  

Esa relación poco transparente también ocurre con las asociaciones de pacientes...

En Chile, a propósito de la Ley Ricarte Soto (un sistema de protección financiera para diagnósticos y tratamientos de alto costo) observamos la aparición de diversas asociaciones de pacientes de la noche a la mañana. Estos grupos iban con pancartas al frontis de la Casa de Gobierno para pedir que sus enfermedades fueran contempladas por esta ley. Nosotros tuvimos algunas reuniones con los dirigentes de estas asociaciones y comprobamos que tenían una estrecha relación con farmacéuticas. Estas corporaciones les ofrecen abogados, buses, pancartas y todo tipo de fondos para que canalicen sus demandas y presionen a los que toman las decisiones políticas.

Hace dos años, Médicos Sin Marca pidió a las sociedades científicas que publiquen sus patrocinadores, pero hasta el día de hoy, ninguna lo ha hecho.

¿Es una estrategia en toda la región?

Sí, esta es una situación que pasa en toda Sudamérica y se ha registrado de manera muy evidente en Colombia, donde la industria farmacéutica le paga abogados a personas naturales que tienen una enfermedad reumatológica u oncológica para que reclamen el financiamiento de tratamientos de alto costo que no están contemplados en el sistema de salud. El problema es que, por lo general, estas terapias ofrecen una mejora muy marginal con respecto a las que sí están aprobadas en las políticas públicas. Entonces, el paciente va a los tribunales para que un juez le ordene al Estado que pague ese costoso tratamiento. [En el 2010, en Colombia se interpusieron 95.000 demandas judiciales para acceder a tratamientos y cirugías, y el costo directo de los litigios ascendió a 300 millones de dólares. De hecho, este país enfrenta 140 mil fallos judiciales al año por reclamos de prestaciones del servicio de salud].

TRANSPARENCIA. En Estados Unidos, las farmacéuticas están obligadas a declarar todos los pagos a médicos desde el 2013.

Los jueces están tomando la decisión de la prescripción de los medicamentos y terapias por la presión de los pacientes asesorados por la industria...

Las farmacéuticas tratan de influir en las conductas de prescripción de manera indirecta, a través de las asociaciones de pacientes. Son estrategias de influencia, cuyo objetivo es aumentar sus ventas.

¿La aprobación de guías clínicas o protocolos para la prescripción de ciertos costosos medicamentos llamados innovadores es lo único que hay que hacer para regular su uso?

El tema de las guías clínicas es bien importante. Es una manera civilizada de tratar de consensuar criterios que marquen la pauta general de cómo se va a manejar el uso de un medicamento en cada país. Ahora, hay problemas con los grupos que trabajan en la elaboración de las guías clínicas porque, generalmente, son los profesionales más destacados dentro de cada disciplina y han tenido relaciones importantes con la industria farmacéutica. Han sido contratados como conferencistas, como líderes de opinión para lanzar un nuevo medicamento o ayudar en alguna estrategia de marketing de la industria. Generalmente, han sido muy bien pagados porque la industria conoce su valor publicitario.

¿Hay un conflicto de interés?

Hay un tema sensible y delicado de conflicto de interés que no ha podido ser bien manejado ni siquiera por los países desarrollados. En Estados Unidos, por ejemplo, entre el 60 y 70 por ciento de personas que participaron en la elaboración de guías clínicas tenía conflictos de intereses significativos con la industria farmacéutica. Significativo quiere decir haber recibido 10.000 dólares o más de parte de la industria farmacéutica durante el último año.  

Usted es psiquiatra. ¿Qué experiencia relevante ocurrió en su vida profesional que lo impulsó a fundar Médicos sin Marca?

La psiquiatría es un campo donde es súper importante la interacción de las estrategias del marketing y la publicidad de la industria con los médicos. En los últimos 30 años, esta disciplina se ha movido del paradigma médico social al paradigma biológico farmacológico de manera muy radical. Es como si hubiera querido obtener el mismo estatus que tienen otras disciplinas como la cardiología y la gastroenterología, donde hay medicamentos de firme utilidad. Pero con el paso del tiempo, nos hemos dado cuenta que, por ejemplo, el efecto de los antidepresivos es mucho menos auspicioso en comparación de lo que se planteaba cuando salieron al mercado.  

En Psiquiatría ha sido evidente que los tratamientos farmacológicos han estado muy limitados por los intereses de la industria.

Hay muchos psiquiatras adherentes...

Cuando uno ve la lista de adherentes de Médicos Sin Marca, la especialidad que está más representada es Psiquiatría. Es la especialidad donde ha sido  más evidente cómo las estrategias farmacológicas de tratamiento han sido incentivadas por intereses de la industria, a través del marketing. En los congresos psiquiátricos es donde probablemente el despliegue de marketing de la industria ha sido más evidente y, al ver que los fármacos no han tenido la efectividad señalada, ha existido una suerte de frustración y desilusión de los médicos por hacer una medicina poco informada científicamente. Eso es parte de mi experiencia personal. Después de salir de la escuela de Medicina y de la especialidad de Psiquiatría, uno establece una relación pasiva con la industria farmacéutica, a la que uno nunca fue introducido, porque es algo que funciona como parte de la cultura médica. No hay mucho espacio para cuestionar, porque todo está establecido como si fuera de beneficio mutuo. Las farmacéuticas promocionan sus productos, nosotros podemos viajar a Europa a un congreso todos los años. Por eso existe ahora Médicos Sin Marca. 

¿Cuántos adherentes tienen ahora? ¿Todos son de Chile o han recibido adherentes de otros países?

Hoy tenemos cerca de 400 adherentes, la mayoría chilenos, pero hace un par de años decidimos que pudieran integrarse médicos de otros países y otros profesionales de la salud como enfermeras y tecnólogos médicos. En especial, hay grupos grandes en Perú, Argentina y Colombia, donde este año se lanzó un capítulo de Médicos Sin Marca. En el futuro, en la medida que haya interés, nos encantaría ir formando núcleos de la organización en otros países de América Latina.

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